juntos por la ma?ana y regresando,
juntos también, al anochecer. Había un lugar roto en el pavimento donde Antonapoulos tropezó una vez y se hizo da?o en el codo. Estaba también
el buzón donde cada mes llegaba la factura de la compa?ía de electricidad. Hasta le parecía sentir el cálido contacto del brazo de su amigo contra
sus dedos,botas de futbol.
La calle estaba ya oscura. Levantó la mirada hacia la ventana una vez más y vio a aquellos extra?os, la mujer, el hombre y el ni?o,botas de futbol nike baratas,
formando grupo,botas de futbol baratas. Sintió un vacío en su interior. Todo se había ido. Antonapoulos no estaba; no estaba aquí para recordar. Los pensamientos de su
amigo estaban en algún otro lugar. Singer cerró los ojos y trató de pensar en el asilo y en la habitación donde Antonapoulos se encontraba aquella
noche. Recordó las estrechas camas blancas y a los viejos que jugaban a las cartas en el rincón. Apretó los párpados, pero no logró evocar aquella
habitación con claridad. La sensación de vacío era muy profunda, y al cabo de un rato levantó una vez más la mirada hacia la ventana y luego
empezó a andar por la acera calle abajo, por donde tantas veces habían caminado juntos.
Era sábado por la noche. La calle principal estaba atestada de gente. Negros vestidos con mono, tiritando, se agolpaban ante los
escaparates de las tiendas de artículos a diez centavos. Familias enteras hacían cola ante la taquilla del cine, y jóvenes y muchachas
contemplaban los carteles colocados en el exterior. El tráfico de los automóviles era tan peligroso que tuvo que esperar mucho rato antes de cruzar
la calle.
Pasó por delante de la frutería. Las frutas tenían un hermoso aspecto en el aparador: plátanos, naranjas, aguacate,botas de futbol Nike, brillantes y peque?as
naranjas navelinas, e incluso algunas pi?as. Pero Charles Parker estaba atendiendo a un cliente. La cara de Charles Parker le resultaba muy
desagradable. En varias ocasiones, cundo Charles Parker no estaba presente,www.botasdefutbolnikebaratas.com, había entrado en la tienda y holgazaneado en ella largo rato. Incluso
se había llegado a la cocina de la parte de atrás donde Antonapoulos fabricaba las golosinas. Pero nunca entraba en la tienda cuando estaba
Charles Parker. Ambos habían procurado evitarse desde el día en que Antonapoulos se marchara en el autobús. Cuando se encontraban en la calle volvían la cara sin saludarse. En una ocasión en que Singer quería enviar a su amigo un tarro de su miel favorita, se la había pedido a Charles
Parker por correo, para no verse
相关的主题文章: